Por qué los sacerdotes no son padres de familia

1- Imagínense nada más la alegría o gozo que llenaría el alma de la esposa de un sacerdote quien, siendo madre de algunos hijos estudiando desde el kínder hasta la preparatoria, su maridito le llegara con la noticia de que han de cambiar a los hijos de sus escuelas porque el Señor Obispo lo acaba de nombrar párroco de Afganistán.

2- Se imaginan cómo hablaría la gente del dinero de las colectas. "Seguro le compra a su esposa ese carro con pla plata de la colecta". "Viste esas botas caras de su esposa, es con plata nuestra".
3- ¿Pueden Ustedes suponer lo que sucedería en un pueblo, si la esposa del Señor Cura fuera chismosa?

4- ¿Cómo sería el trato del Sacerdote con su media naranja si ésta fuera celosa?: “¿Me puedes aclarar por qué estás dedicando tanto tiempo a las catequistas, eh?”; o: “Ya no me está gustando que seas el director espiritual de tantas señoras”.

5- ¿Con qué autoridad podría un sacerdote animar a sus feligreses a ser virtuosos si resultara que su propio hijo (haciendo mal uso de su libertad) fuera parrandero y jugador?

6- ¿Cuántas críticas despertaría un sacerdote cada vez que su mujer estrenara un vestido o saliera con toda la familia de vacaciones y hasta dónde le parecería correcto a su comunidad que los llevara a pasear?

7- ¿Qué sucedería en una Iglesia donde, algunos domingos no hubiera Misas porque el sacerdote tuvo que llevar a su suegro, a su esposa o a sus hijos al médico?

8- ¿En qué situación se encontrarían dos o más sacerdotes quienes, teniendo que vivir juntos, sus esposas o sus hijos no se llevaran bien, sino todo lo contrario?

9- ¿Pueden ustedes imaginar los comentarios de la familia de la esposa de un clérigo si llegaran a enterarse de los clásicos conflictos matrimoniales, o porque no los ayudó como ellos esperaban, dadas las condicionantes de su ministerio pastoral; o porque simplemente cayó en la cuenta de que suelen abusar de él?

10- La situación de casado exigiría a un sacerdote una serie de compromisos sociales como reuniones, bailes, visitas familiares, asistencia a las reuniones de padres de familia de las escuelas de sus hijos, etc., que lo llevarían necesariamente a descuidar su ministerio.

11- La experiencia nos demuestra que la convivencia diaria de un sacerdote puede tener un carácter un poco difícil y esto puede provocar la pérdida del respeto, incluso de su misma esposa. La práctica de exigir el celibato a quienes querían ordenarse, se procuró desde los inicios de la Iglesia. Y aunque frecuente, no era todavía obligatoria. Sin embargo, ya en el siglo III, en el Concilio de Elvira (España) se exigió como requisito indispensable a los futuros sacerdotes.

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