Nuestros enemigos

Recordamos, a lo largo de nuestra vida, cosas negativas y positivas, cosas que nos marcan toda la vida, como por ejemplo nuestra primera pelea, nuestro primer beso, o nuestro primer amor. En fin, siempre hay una primera vez, como por ejemplo esta es mi primera vez que escribo de mis enemigos. Pero nos deberíamos preguntar si nosotros hacemos a nuestros enemigos o ellos nos seden esa ‘placa’ honrosa y algo ‘repudiable’. En mi caso a mí me la ponen con algo de odio y aberración, yo jamás he puesto a alguien esa corona de espinas, jamás lo haré, eso espero. De todas maneras sería bueno reunir  a nuestros enemigos, sería fantástico que entre ellos se conozcan y nos juzguen, critiquen y jodan la vida. Claro, yo lo digo porque no me interesa si hablan mal o muy mal. Sin embargo no encuentro algún hecho que les haya hecho con repudio o con cólera, o sea me he ganado enemigos gratis. Lo curioso es que esos enemigos no están tan lejos de mí, pues hay muchos de mi propia familia, pese a que yo los he expulsado de mi entorno para siempre. Y no lo hice con maldad, al contrario lo hice en el nombre de Dios, con la usual frase: Vaya con Dios, y claro por detrás una buena patada en el c... de forma metafórica. No sé si ustedes tengan enemigos, de repente soy el único que se gana gratis esa corona, lo que sí sé es que a lo largo de mis 26 años de vida puedo decir que no he odiado a ninguna persona, ni le he deseado el mal; soy de aquellas personas que perdonamos muy pronto, quizá en cuestión de segundos. Algunos dicen que está mal y otros que es raro, pero eso lo llevo dentro, pues toda malicia, venganza o posibles malos pensamientos son expulsados. Salvo si se asoma la imagen de Vanessa Jerí o la de Karen Schwarz no las tocamos, mas bien les damos la bienvenida y la acogemos con cariño. Como sé que mis queridos y deseables enemigos leen esto, les quiero decir que, aunque no lo crean, para mí siguen siendo mis amigos. A ustedes recurría cuando me sentía solo, y cuando estaba con ustedes me sentía aún más solo. A ustedes recurría cuando quería dinero, y huía cuando me cobraban. Por eso siempre rezo por mis enemigos diciendo: Que Dios les pague y San Pedro se las clave.

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