Cuatro hombres se presentaron a la
Carrera de la Vida. El primero salió empeñozo con ganas de ganar, pero durante el transcurso de la carrera vio que le faltaba mucho, se desanimó y abandonó la carrera. El segundo partió con mucho entusiasmo y esmero; y faltando poco se cansó, no dio el último esfuerzo y nunca llegó a la meta. El tercer concursante comenzó la carrera contento y con mucha energía; permaneció estable durante la carrera, puso más de su esfuerzo y logró lo ansiado, llegó a la meta; descansó y festejó. En cambio, el cuarto hombre partió tranquilo, seguro de sí mismo y muy contento. En ningún momento se desanimó; fue aplaudido por la gente cuando llegó a la meta. Lo curioso y sorprendente fue que luego de pasar la meta siguió corriendo, dio otra vuelta, continuaron los aplausos. De pronto fue un hombre corriendo a alcanzarlo y le dijo: “hace dos vueltas que ya llegaste a la meta. ¡Ya ganaste! El atleta respondió con una vitalidad sorprendente: “
la meta de los hombres son sus límites; mi meta es el infinito...” Y continuó corriendo.
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